¿Cuándo notamos el efecto de una buena rutina?
Cuando se entrena a una intensidad muy alta, cerca del límite del agotamiento, no se puede rendir al máximo debido a dos razones. Una de ellas: el tiempo que tardamos en adaptarnos al estímulo de entrenamiento. La otra: la fatiga acumulada como resultado del entrenamiento de alta intensidad.
Para conocer los progresos realizados mediante un programa de entrenamiento, es necesario realizar un periodo de ejercicio más ligero. El proceso de adaptación suele producirse cuando después de un período intenso se utiliza una carga más ligera que la que permitió el estímulo anterior.
El problema del sobreentrenamiento es uno de los más graves para el culturista y el atleta.
Acaba con tus progresos, deja exhausto al organismo, impide tu recuperación, etc. Sin embargo, el sobreentrenamiento es como las dos caras de una moneda: una, la negativa, la que acabamos de explicar; la otra, su expresión de arma poderosa para el culturista y el atleta.
Se ha demostrado que el sobreentrenamiento a corto plazo resulta indispensable para alcanzar nuestro objetivo final de desarrollo. Si solo nos centramos en las sobrecargas, acabaremos sobreentrenando. Pero si lo combinamos con una secuencia de súper compensación, basada en reducir volúmenes y cargas, lograremos progresos sensacionales debido a la modificación del estímulo y al factor sorpresa con que se enfrenta el organismo.
Cuando se agotan las reservas energéticas del cuerpo (siempre dentro de un límite razonable), la súper recuperación que debe sucederlas, obtenida a base de manipular el volumen y la intensidad del entrenamiento y las variables de la nutrición, el organismo decide fortalecerse para evitar un nuevo salto de fatiga.
El cuerpo conseguido así se ha hecho más fuerte, más resistente, más adaptado. Pero este poderoso instrumento de progreso debemos reservarlo para las últimas zancadas en dirección hacia nuestro objetivo. Hay que tener conocimientos suficientes para aplicarlo y sacarle partido.