Se terminó el año. No fue un año fácil, ni de buenos resultados. Muy diferente al 2017. Se puede, de hecho, catalogar como uno de los peores años en materia de inversiones desde 2008. Pocos activos actuaron como refugio, y la volatilidad fue uno de los rasgos característicos –en especial- de los últimos meses. La coyuntura internacional enfrentó turbulencias variadas y de diferente origen. Se enfrentaron algunas crisis económicas (como en Turquía), ruidos políticos diversos en Europa (Brexit, Italia, etc) y USA, tensiones comerciales empujadas por Trump con el resto del mundo (que alimentaron el fantasma de una guerra comercial), y la desaceleración en el ritmo de crecimiento de varios países (China, entre ellos), por sólo mencionar algunos temas. Todo en el marco además de una política monetaria más contractiva con los Bancos Centrales –en especial, la FED- subiendo la tasa (cuatro veces a lo largo del año) y siguiendo el retiro los estímulos.
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